CAMINOS ORGÁNICOS / CAMINS ORGÀNICS

BENICARLÓ - IES Ramon Cid - IES La Salle

La frase que escribí junto a la fotografía es “On m’adone que estic prop del meu lloc segur, la meua casa”. Pero no es que me asuste el barrio o el túnel de la fotografía, que cruzo justo antes de llegar a mi casa. El motivo de querer llegar a casa para estar seguro es mi timidez.

Soy tímido y me molesta cruzarme con gente, siento que me miran. Por eso, según la época del año, modifico mi camino al instituto para elegir el trayecto menos transitado, aunque sea más largo. Incluso salgo antes de casa algunas veces para encontrar menos gente.

Yo no era así de pequeño, conocía y saludaba a todo el mundo. Y bailaba. Mi tía era monitora en una escuela de baile y yo iba allí desde los tres años a bailar break dance. Me gustaba, pero lo dejé cuando entré al instituto porque ella dejó de trabajar allí. Ahora no me gusta bailar en público y me avergüenza que la gente piense que hago el tonto. También me cuesta mucho hablar en público, en el instituto hay mucha gente que no conozco y eso me da inseguridad.

Sin embargo, esa sensación no me ocurre siempre. Cuando juego al fútbol me siento seguro. Salgo al campo a jugar y no siento esa timidez, porque soy yo de verdad, igual que cuando estoy en mi casa o con mis mejores amigos.

Ahora voy al instituto en patín y claro, voy por la carretera. Pero el camino orgánico que quiero relatarte es el que he hecho todos estos años, a pie. 

Elijo las calles más estrechas y desiertas, eso me protege. Paso por la ferretería y luego por la escuela de música; atravieso las obras, por un sitio o por otro dependiendo de donde hayan puesto las vallas amarillas para pasar. Cuando llego al descampado, que es un parking, dejo la calle y lo atravieso. Hay épocas del año que cuando lo cruzo aún es de noche, está oscuro, pero no me asusta porque es tranquilo. En Benicarló hay pocos lugares peligrosos. Aunque en el bar que hay cerca de mi casa, junto al túnel, sí hay peleas a veces. Entonces evito el túnel dando un rodeo.

Cruzo la carretera y sigo por el camino de tierra. No tiene luz, se ve solo la luz al final del camino, pero cuando llego aquí normalmente ya es de día. A la derecha encuentro lo que me parecía un “minibosque” y me daba mucha curiosidad. Ahora lo han desbrozado y ya no es tan amplio ni tan espeso. Después veo, de lejos, una casa que parece abandonada. Ya al fondo del camino puede verse el instituto, pero antes me fijo siempre en un lugar donde guardan pájaros. Al principio creía que eran colmenas de abejas, pero no. Son casetas para palomas. Y hay días que están sueltas, van volando por ahí, eso me gusta.

Y ya cruzo y llego al instituto. Siempre intento llegar puntual, no me gusta llegar tarde. Tampoco me gusta salir hasta tarde cuando quedo con los amigos. Soy bastante independiente y me marco yo mismo los horarios.

Hace cuatro años vino mi abuela de Venezuela. Le enseñé algunos de los lugares por los que yo paso y otros lugares del barrio donde vivimos. Es raro intentar comenzar una relación con tu abuela cuando la conoces ya con esta edad. Ella se ha ido integrando, sobre todo en lugares donde encuentra gente latina y sigue en contacto con las costumbres de su país, como el bar de Doña Felinda, donde ha hecho amigas y es el lugar donde se siente bien. 

Ahora me voy a comer que tengo un partido esta tarde.

Iván Colpas


Fotografía: Miriam García Troncho